En una extensa investigación periodística en la que la
ciencia ha sido el centro y la fuente de alimentación; los autores Enrique
Recio Jiménez, Esther de Tomás Payueta, Leticia Agüado Villarrubia y Clara Cerezo hemos elaborado una pirámide de conocimientos basados en una de
las enfermedades más desoladoras, arrebatadoras y trágicas que afecta a
millones de personas en el mundo: el Alzhéimer. Una enfermedad que se aleja del
entendimiento humano, donde el olvido es el animal voraz que destruye los recuerdos.
Los enfermos olvidan nombres, lugares, acontecimientos.
Olvidan rostros, sueños, ambiciones y deseos. Olvidan su identidad en un proceso lento y doloroso para todos aquellos que les rodean. Olvidan y se olvidan del propio olvido. Es por eso que gracias a este trabajo académico hemos podido ir juntando las piezas clave de un inmenso puzle a través de las enriquecedoras declaraciones de distintos profesionales, entendidos e involucrados en el proceso de investigación de esta enfermedad.
Los enfermos olvidan nombres, lugares, acontecimientos.
Olvidan rostros, sueños, ambiciones y deseos. Olvidan su identidad en un proceso lento y doloroso para todos aquellos que les rodean. Olvidan y se olvidan del propio olvido. Es por eso que gracias a este trabajo académico hemos podido ir juntando las piezas clave de un inmenso puzle a través de las enriquecedoras declaraciones de distintos profesionales, entendidos e involucrados en el proceso de investigación de esta enfermedad.
Así, Ana Martínez, profesora de investigación en el
Instituto de Química Médica del CSIC y responsable del laboratorio de Biológica
traslacional del Centro de Investigaciones Biológicas; Carmen Gamella Pizarro,
profesora y doctora titular de Educación para la Salud en la Facultad de
Enfermería, Fisioterapia y Podología de la Universidad Complutense de Madrid;
Nina Morillas, directora y fundadora de los Centros de Alzhéimer María Wolff, y
Javier de Felipe, neurocientífico y profesor de investigación en el Instituto Cajal; nos han resuelto todas y cada una de las cuestiones en torno al
Alzhéimer, su desarrollo sintomatológico, su presencia y cobertura en los medios
de comunicación y la repercusión e importancia actual en plataformas y redes sociales.
Hemos comprendido que la investigación científica es una de las herramientas más necesarias e incuestionables que debe tener el ser humano para perpetuar su existencia, dar fin a terribles y aparentemente incurables enfermedades y evolucionar como especie, como seres humanos y como personas. "El Alzhéimer es una enfermedad frente a la que mejorar su conocimiento social, podría ser de una grandísima ayuda" sostiene Gamella Pizarro. El periodista no tiene la precisa responsabilidad de licenciarse en todas y cada una de las ramas científicas existentes para poder informar de forma clara, concisa y correcta sobre una enfermedad.
La labor más directa de los profesionales de la información y la comunicación, y en este caso, de la divulgación científica, no es otra que acudir a fuentes favorables, fiables y reales. Fuentes que no tergiversen la información, no pongan en entredicho las declaraciones de los profesionales sanitarios y científicos y sean de gran ayuda para los que realmente sufren las terribles consecuencias de una enfermedad: el enfermo y la familia.
De esta manera, cuando nos sumimos en el panorama de la investigación periodística, supimos desde un primer momento al grave problema al que nos enfrentábamos: la concesión de entrevistas, el factor incertidumbre y la extensa duda de poder encontrar información realmente consolidada. Llamamos, escribimos y nos pusimos numerosas veces en contacto con distintas personalidades, hasta encontrar las cuatro fuentes de información que nos han servido para acercar el Alzhéimer al universo de lo multimedia, los medios de comunicación, y en definitiva, al periodismo.
Gracias a un exhaustivo ímpetu, un constante trabajo ordenado y una enfática insistencia, hoy sabemos lo que hace tan solo unas semanas no sabíamos. Sabemos el cariz de esta enfermedad, las circunstancias fatales a las que se exponen los que la padecen y la soledad de ser un científico y no encontrar el debido reconocimiento a un trabajo incansable y entregado por arañar y destapar los misteriosos recovecos del cerebro. Conocer al gran desconocido, otorgar el don de poder elevar a la categoría de "admirable" la labor de estos profesionales de la Ciencia y facilitar a la sociedad los avances en torno a la enfermedad, tiene y debe de ser el objetivo más fundamental del periodista científico.
Hemos comprendido que la investigación científica es una de las herramientas más necesarias e incuestionables que debe tener el ser humano para perpetuar su existencia, dar fin a terribles y aparentemente incurables enfermedades y evolucionar como especie, como seres humanos y como personas. "El Alzhéimer es una enfermedad frente a la que mejorar su conocimiento social, podría ser de una grandísima ayuda" sostiene Gamella Pizarro. El periodista no tiene la precisa responsabilidad de licenciarse en todas y cada una de las ramas científicas existentes para poder informar de forma clara, concisa y correcta sobre una enfermedad.
La labor más directa de los profesionales de la información y la comunicación, y en este caso, de la divulgación científica, no es otra que acudir a fuentes favorables, fiables y reales. Fuentes que no tergiversen la información, no pongan en entredicho las declaraciones de los profesionales sanitarios y científicos y sean de gran ayuda para los que realmente sufren las terribles consecuencias de una enfermedad: el enfermo y la familia.
De esta manera, cuando nos sumimos en el panorama de la investigación periodística, supimos desde un primer momento al grave problema al que nos enfrentábamos: la concesión de entrevistas, el factor incertidumbre y la extensa duda de poder encontrar información realmente consolidada. Llamamos, escribimos y nos pusimos numerosas veces en contacto con distintas personalidades, hasta encontrar las cuatro fuentes de información que nos han servido para acercar el Alzhéimer al universo de lo multimedia, los medios de comunicación, y en definitiva, al periodismo.
Gracias a un exhaustivo ímpetu, un constante trabajo ordenado y una enfática insistencia, hoy sabemos lo que hace tan solo unas semanas no sabíamos. Sabemos el cariz de esta enfermedad, las circunstancias fatales a las que se exponen los que la padecen y la soledad de ser un científico y no encontrar el debido reconocimiento a un trabajo incansable y entregado por arañar y destapar los misteriosos recovecos del cerebro. Conocer al gran desconocido, otorgar el don de poder elevar a la categoría de "admirable" la labor de estos profesionales de la Ciencia y facilitar a la sociedad los avances en torno a la enfermedad, tiene y debe de ser el objetivo más fundamental del periodista científico.
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